“Carácter y fuerza” son las dos cualidades que enciclopedias de cine, como la de Larousse, atribuyen a Fernando Fernán Gómez. Al cineasta siempre le persiguió su fama de gruñón, aunque nunca negó esa singularidad. “Lo reconozco y al mismo tiempo lo lamento. En cualquier caso, ya no estoy en edad de corregirme”, solía decir el actor, que este sábado habría cumplido un siglo de vida.
“En las distancias cortas, si se sentía a gusto, con gente a la que reconocía y quería, además de deslumbrante era el ser más encantador e insospechadamente cariñoso que te puedas imaginar. Pero era un tímido patológico y, si se encontraba en un ambiente desconocido para él, se volvía muy introvertido y podía parecer hosco”, revela a El HuffPost Luis Alegre, que dirigió junto a David Trueba La silla de Fernando, el documental candidato a los Goya en 2007.
Catorce años sin Fernán Gómez no han logrado que su figura se desvanezca. El madrileño, nacido en Lima, no solo destacó por sus aptitudes para la interpretación. Fue un genio que se atrevió a todo.
Sincero
Su extremada franqueza le hacía rehuir de todo lo que sonaba políticamente correcto. De ahí que algunas de sus declaraciones provocasen que el personaje despertara tanto interés como el artista.
“MI PROYECTO VITAL HA SIDO VIVIR DE LAS RENTAS, PERO NO LO HE LOGRADO”.
“ME RETIRÉ DEL TEATRO PORQUE LOS ESPECTADORES ME MOLESTABAN”.
“EL CINE ES UN VEHÍCULO DE EXPRESIÓN, PERO NO ESTOY MUY SEGURO DE QUE SEA UN ARTE”.
“EL TRABAJO ES UN CASTIGO. LA BIBLIA LO DICE. LO IMPUSO DIOS Y, QUE SEPAMOS, NO LO HA LEVANTADO”.
Luis Alegre, autor también del prólogo de la última edición de sus memorias, El tiempo amarillo, confirma que Fernán Gómez “era el colmo de lo políticamente incorrecto y el número uno de los librepensadores”.
“Su libertad mental para pensar y hablar resultaba muy impactante. No le importaba nada en absoluto el qué dirán, odiaba los prejuicios, nunca se apoyaba en clichés y tendía siempre a ir contracorriente. Escuchar hablar sin filtro y con esa gracia imbatible a alguien de su sabiduría, inteligencia y agilidad mental era un espectáculo memorable y profundamente subversivo”, añade. Además, “aunque decía que su sueño habría sido no hacer nada, trabajó como una mula toda su vida”.
“EN LAS DISTANCIAS CORTAS, SI SE SENTÍA A GUSTO, ADEMÁS DE DESLUMBRANTE ERA EL SER MÁS ENCANTADOR E INSOSPECHADAMENTE CARIÑOSO QUE TE PUEDAS IMAGINAR»”
– LUIS ALEGRE
Pocos se atrevían a cuestionar el trabajo de este actor volcado en incontables disciplinas. “Por anarquista, por poeta, por cómico, por articulista, por académico, por novelista, por dramaturgo, por único y por consecuente”, dijo la presidenta de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, Marisa Paredes, cuando le entregó la Medalla de Oro en 2001.
“Fue un autor total, que hacía de todo, de los que ya no quedan en nuestro ecosistema cultural y al que merece la pena que el público joven se acerque”, comenta Jaume Ripoll, director de Filmin. Él lo descubrió “como un actor excepcional”, pero vio “sus verdaderas armas como director, con El extraño viaje, una película que se puede revisitar hoy en día y se entiende desde el presente de la misma forma”.
Atrevido
Quien sí le cuestionó fue la censura, porque Fernán Gómez fue artista en la posguerra, durante el franquismo y un habitual de las películas de la época de la Transición. Fueron sus trabajos como director —su primera película a los mandos fue Manicomio (1954)— los que tuvieron problemas con el rotulador rojo: El mundo sigue (1963) —considerada una de las mejores películas del cine español— y El extraño viaje (1964), en el que abordó la opresión del régimen. El genio arriesgaba con sus palabras y con sus obras.
“FERNANDO FERNÁN GÓMEZ NUNCA FUE DEL ENTUSIASMO DE LA ADMINISTRACIÓN FRANQUISTA”
– AARÓN ORTEGA
“Era un director muy vilipendiado por la censura. En los los años cuarenta la censura apenas tuvo momentos de acción porque los productores no sacaban sus proyectos más valientes y críticos, en cambio en los cincuenta ya empezaron a hacerlo y salieron las obras de Fernán Gómez como director”, explica Aarón Ortega, parte del equipo de FlixOlé, la plataforma que ha preparado un especial con sus títulos más célebres, material inédito y curiosidades y anécdotas.
Ortega añade que en los sesenta el régimen “tuvo que hacer un lavado de cara” por la imagen que se transmitía a nivel internacional. “Ahí llegó la revolución del cine español. Sin embargo, llama la atención cómo mientras se protegía en cierta manera a directores del Nuevo cine español, Fernando Fernán Gómez nunca fue del entusiasmo de la administración franquista”, relata.
Su formación como intérprete comenzó en Madrid en plena Guerra Civil, cuando asistía a la Escuela de Actores de la CNT, y antes de que acabara la contienda debutó en el teatro. El cine lo descubrió en 1943, con su primer papel en Cristina Guzmán. Una única película que sirvió para que le ofrecieran un protagonista en Empezó en boda (1944).
Aunque fue realmente la comedia negra Domingo de carnaval (1945) la que lo convirtió en un actor popular. Entonces sí, la crítica empezó a tenerlo en cuenta, especialmente cuando apareció en Los habitantes de la casa deshabitada (1946), en Embrujo (1947) o en El capitán Veneno (1950).
Fernán Gómez se lanzaba. Su aspecto rudo no le impidió aceptar papeles que iban desde el drama hasta el cine folclórico, además de convertirse en el galán cómico de la industria y participar en Esa pareja feliz (1951), una película que evidenciaba lo que estaba por llegar: ‘El nuevo cine español’.
Si los setenta fueron una década dorada para el séptimo arte, no lo fueron menos para el cineasta. Llenaba salas con El espíritu de la colmena (1973) o con El amor del capitán Brando (1974); empezó a trabajar mano a mano con Carlos Saura y logró uno de sus mayores reconocimientos: el Oso de Plata a Mejor Actor del Festival Internacional de Berlín por El anacoreta, su primer galardón internacional.
Con esos antecedentes, los ochenta llegaron rodados: Réquiem por un campesino español (1985), La mitad del cielo (1986), El viaje a ninguna parte (1986)…
Visionario
Se podría decir incluso que se adelantó con el cine que escribió y dirigió a las historias del siglo XXI: una pareja que lucha por una vivienda digna (La vida por delante, 1958), los desafortunados pasos de una pareja cómica de detectives (Crimen imperfecto, 1970), el encubrimiento de un republicano hasta la muerte de Franco (Mambrú se fue a la guerra, 1986)…
“Fue teniendo papeles con grandes directores que influyeron en su faceta de realizador. Su humor ennegrecido y ácido desborda en su obra. Hizo películas adelantadas a su época, plasmaba algo que no era costumbre, eran casi bibliográficas de la sociedad civil y política de la época”, analiza Ortega de FlixOlé.
“FUE UN AUTOR TOTAL, QUE HACÍA DE TODO, DE LOS QUE YA NO QUEDAN EN NUESTRO ECOSISTEMA CULTURAL”
– JAUME RIPOLL
Los directores españoles más venerados contaron con él en sus largometrajes: José Luis Garci, Luis García Berlanga, Víctor Erice, Pedro Almodóvar, José Luis Cuerda…
Belle Époque (1992), El abuelo (1998), Todo sobre mi madre (1999), La lengua de las mariposas (1999) y En la ciudad sin límites (2002) fueron sus últimas películas más recordadas.
Fernando Fernán Gómez —que estuvo casado con María Dolores Pradera y con la actriz Emma Cohen (su viuda, ya fallecida)— murió en noviembre de 2007 a los 86 años, a causa de un cáncer de colon.
El gremio le debe mucho al que es considerado la persona más influyente de la Historia del Cine español. Su nombre representa a toda una generación, por lo que abrió la puerta a que se recuerden a otros tantos actores que hoy forman parte del imaginario colectivo de su época, como José Luis López Vázquez, Manuel Alexandre, José Luis Ozores, María Luisa Ponte, Luis Ciges, Pepe Sacristán o Concha Velasco.
Asimismo, introdujo el séptimo arte en la Real Academia Española, cuando fue elegido como miembro en 1998.
Aunque, para el director Luis Alegre, “más que la persona más influyente de la Historia del Cine español”, Fernán Gómez “ha sido el creador más versátil y apabullante de la historia de la cultura española”: “Además de su sobresaliente protagonismo en diversos ámbitos, exhibió una lucidez única como observador de su país y de su tiempo. Y es muy posible que haya sido el conversador más deslumbrante de todos los tiempos”.
Pese a su muerte, hace 14 años y con más de 200 películas a sus espaldas como actor guionista y director, cualquier amante del cine lo sigue teniendo muy presente y le sigue guardando respeto así en el cielo como en la tierra.
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